Mucho ojo con la inteligencia artificial y con lo que puede hacerle a muchas profesiones. Porque el escaso conocimiento que tienen empresas y usuarios del uso de la IA está llevando a que se registren todo tipo de situaciones inverosímiles.
Es el caso de multitud de personas que han comenzado a utilizar ChatGPT para llevar a cabo consultas legales. En vez de pagar a los abogados por sus sesiones, ya sean presenciales o por videollamada, hay quienes optan por conectarse al chat de OpenAI con la intención de plantearle sus dudas a la IA y que así puedan saciar su curiosidad con rapidez.
Pero lo que no se están planteando esas personas o empresas es que ChatGPT no es precisamente un abogado. Utiliza los conocimientos que aprende y acumula de la red, pero no tiene la capacidad, experiencia o inteligencia como para hacer recomendaciones adecuadas ni juicios que puedan resultar de valor para los usuarios.
Esto ya ha llevado a situaciones problemáticas de empresas que han prescindido con rapidez de sus empleados y expertos en leyes para encontrarse, días después, con las limitaciones que sufre la IA. Lo mismo ha ocurrido en otros muchos trabajos en los que hay negocios que no han dudado en despedir a sus empleados y que luego se han encontrado con que la IA no les proporciona lo que necesitan. Es el despertar de un sueño que ha sido breve y que ha causado un amplio volumen de daño entre quienes pensaron que el futuro había llegado de la noche a la mañana con un chasqueo de los dedos.
Aunque los expertos reconocen que la IA puede ser un buen apoyo, en ningún caso se recomienda utilizar este tipo de herramientas en sustitución de profesionales. La IA, como les pasó a las criptomonedas, mostrará su verdadera cara en los próximos años. Y para ese momento, ninguna empresa querrá tener que arrepentirse de sus decisiones.